Querer lo que no tuve

Es algo muy humano. Querer lo que no has tenido o lo que no tienes. Añorar lo que otros tienen sin aprender a valorar todo lo que tiene uno. Mirar hacia todo lo que brilla alrededor sin ser conscientes de que nosotros también brillamos.

Valorar sus curvas, su pelo, su gracia. Valorar sus piernas, su saber hacer, su magia. Valorar su voz su pasión y su arrebato.

Enamorarnos de lo ajeno es algo tan antiguo como el aire (o como el hilo negro, como diría mi suegra).

Yo hoy lamento lo que no he podido tener esta semana, que ha sido no poder ver a Rosalía y Raúl Refree en el Castillo de San Antón dentro del Festival Noroeste. Lo quiero, lo deseo mucho. Porque no lo he tenido y porque cuando me lo he descubierto a mí misma frente a mis altavoces, tumbada en mi cama, he tenido el vello de punta, el corazón encogido, el alma desbordada y una lágrima cayendo.

Una lágrima que viajaba desde el ojo al mismo ritmo que el quejío dulce de Rosalía. Que se abría paso a través de la piel  y que finalizaba estanca en la mejilla luchando contra la gravedad…decidiendo si caía hacia mi boca o hacia mi cuello.

Entonces fue Raúl quien, con un golpe de guitarra, la empujó hacia mi boca y sabía a sal, a dulce y amargura. A recuerdo, a flamenco, a personas y a sentimiento. Tiene un don.

Saboreando aquella lágrima supe, que lo tenía todo. Que no tenía nada que añorar. Que no tiene sentido querer lo que no tuve.

Descontextualizar el flamenco de su lugar habitual es el germen de su nuevo renacer.

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