Hipnosis entraña -ble

Temblaba el palco. La madera. El suelo. Nos dieron tapones para los oídos, por si acaso.
Los frescos del techo del teatro escuchaban atónitos y movían la cabeza.

Con una intro de 40 minutos eterna y densa como lava de volcán, The Swans despertaron el caos de dentro. Un caos de las entrañas.  Un caos que entraña el riesgo de entrar en el hechizo de la repetición. Un caos entrañable. Dejar que el chamán que palpa la música te hipnotice y que sigas su ritmo sin saber cuando termina.

Rozando el ruido.
Volviendo al ritmo.
Puede que continúe. Puede que finalice. Como la vida.

Como estar dentro de las tripas, intentando escapar del laberinto jugoso de esa melodía. Cuando crees que no puedes más, vuelve a haber otro bucle y pasas de la reflexión, a la automatización del ritmo y al estado alfa del cerebro donde todo cobra sentido.

Muchas distorsiones stoner, ritmos doom metal y atmósferas de un lejano Joy Division fumando underground con Syd Barret. Qué buenos ingredientes y qué fantástica receta.

Bastante hipnóticos. Bastante chamanes. Bastante entrañables.

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